Para muchos la palabra cerdalí no les resultará familiar pero no hablamos de una criatura mitológica ni de un ser ficticio. Se trata de la mezcla que ha surgido cuando el cerdo vietnamita se ha cruzado con nuestro jabalí en el entorno natural. El cerdo vietnamita comenzó a ser una mascota doméstica en España debido a su tamaño (en principio enano) y por su bajo precio. Por unos treinta euros podemos hacernos con un ejemplar recién nacido. Además, al realizar una simple búsqueda en Internet, junto con los cerdos vietnamitas vemos cómo se ofrecen tortugas (sin especificar raza o procedencia), peces “tropicales”, hurones o todo tipo de conejos.
Lo que comienza siendo una simple mascota, como por ejemplo el caracol manzana, una especie ya prohibida, acaba siendo un quebradero de cabeza por su capacidad invasora. Son muchos los ejemplos que vemos a diario, desde el citado caracol o el cerdo vietnamita que es liberado cuando su tamaño impide a sus dueños una convivencia cómoda en un piso, o las ya famosas tortugas de la estación de trenes de Atocha, en Madrid. Actualmente se han convertido en una parada obligatoria para turistas y curiosos que ven a los ejemplares como una atracción, muchos sin conocer el problema que supone su mantenimiento y que su liberación está prohibida, están ahí porque alguien de manera ilegal las ha liberado.
Más allá de las cuestiones éticas, el abandono de mascotas está penado, nuestra legislación sanciona el maltrato y el abandono de animales tanto penal como administrativamente.
En el Código Penal se encuentra tipificado el delito de maltrato animal y el abandono animal. El Derecho Penal sanciona el maltrato con penas pecuniarias, con pena privativa de libertad de hasta un año y con la pena accesoria de inhabilitación especial de uno a tres años para el ejercicio de profesión, oficio o comercio que tenga relación con los animales.
Para el abandono de animales, el Código Penal recoge que “El que abandone a un animal […] en condiciones en que pueda peligrar su vida o integridad será castigado con una pena de multa de 1 a 6 meses. Asimismo, el juez podrá imponer la pena de inhabilitación especial de 3 meses a 1 año para el ejercicio de profesión, oficio o comercio que tenga relación con los animales y para la tenencia de animales.”
La sanción administrativa de abandono de animales está regulada en todas las Comunidades Autónomas. Todas ellas regulan la protección y derechos de los animales y todas aquellas conductas que tengan que ver con el respeto y la tenencia responsable de animales. Por desgracia, nos encontramos con tantas legislaciones de protección animal como Comunidades Autónomas tiene el país, y esta diversidad geográfica también se traduce en diferentes grados de protección, ya que no todas son igual de garantistas.
Estas leyes autonómicas ofrecen en su articulado el catálogo de infracciones y sus respectivas sanciones administrativas, siendo en todo caso una herramienta muy útil para perseguir a los maltratadores, ya que las sanciones económicas que llevan aparejadas son muy cuantiosas, muchísimo más que si el hecho se persigue por la vía penal.
Estas sanciones van desde los 3.005 euros en Murcia hasta los 90.000 euros en Asturias. En todas las Comunidades Autónomas, este hecho está considerado y recogido en las diversas normativas como muy grave. Por mencionar otras Comunidad, en la Comunidad de Madrid, la sanción máxima por abandono de animales es de 15.025,30 euros, en Cataluña, la sanción máxima por abandono de animales puede llegar hasta los 20.000€.
Por tanto, las leyes deberían servir como disuasión para aquellas personas que deciden abandonar a sus mascotas pero también es importante la colaboración ciudadana apoyando las campañas de concienciación y de información a las autoridades. Si se tiene conocimiento fehaciente de que una persona ha abandonado a un animal debe informarse.
La cara más amarga del abandono de mascotas es que en muchos casos acaban siendo eutanasiadas. La falta de capacidad para seguir albergando ejemplares, el coste veterinario, la alimentación, y la falta de recursos hacen en muchas ocasiones que la eutanasia sea la única salida. Finalmente, quienes pagan por la mala acción del ser humano son los animales.
Fuente: Legalitas