Fuente: APAF-Madrid
Doce años han transcurrido desde que se celebrasen las últimas oposiciones de acceso al Cuerpo de Agentes Forestales. Doce años que dejan como saldo un cuerpo cuyos componentes rebasan ya la edad media de 49 años y unas comarcas forestales en las que con frecuencia 12 ó 13 agentes han de hacerse cargo de docenas de miles de hectáreas forestales cubriendo servicios en turnos de mañana y tarde, fines de semana y festivos, 365 días al año, con sus noches de guardia durante los casi seis meses que dura la campaña de incendios. Un cuerpo que ya no cuenta con ningún miembro menor de 35 años.
Pero no solo la desproporción entre el número de agentes y el espacio, tiempo y demanda social que han de cubrirse va aproximándose a niveles críticos año tras año, sino que también la exigencia física inherente al servicio se suma al proceso, agravando la situación en un plantilla a la que, a diferencia de otras, se ha cerrado por completo el grifo de la renovación. A labores clásicas cuya intensidad se mantiene, como la participación en la extinción de incendios forestales, se añade el aumento en la demanda de otras que crece a medida que lo hace el número de usuarios del medio natural, como la colaboración en la búsqueda de personas extraviadas, que frecuentemente ha de hacerse a pie y en condiciones climatológicas adversas, por no hablar de las realizadas por el grupo de trabajos en altura, que alimentado por la experiencia y la vocación apenas cuenta ya con algún miembro que no se acerque a la cincuentena.
Bien es sabido que los tiempos que corren obligan a estirar los medios disponibles en casi todos los ámbitos, pero doce años evidencian que ello se ha convertido en la excusa gastada para enrocarse en la negación sistemática de aquello que cae por su propio peso, al tiempo que a los cuatro vientos se anuncian las bondades de un recién creado PARQUE NACIONAL. Ningún servicio puede sostenerse menguando cada año por defunciones, jubilaciones, invalideces… mientras se mantiene una pertinaz tasa cero de renovación de su personal. La protección del medio natural, para ser creíble, requiere un esfuerzo por parte de la administración, que pasa necesariamente por suficiente personal especializado, conocedor de su propia legislación autonómica y avalado por la experiencia sobre el terreno. Un personal con una vida de dedicación y formación en la materia que pueda ir transmitiendo su experiencia a la siguiente generación de funcionarios. Lo demás solo da para hacerse una bonita fotografía sin soporte que cae al suelo apenas su protagonista pasa al siguiente asunto.