Según las cifras aportadas por el Ministerio de Medio Ambiente (MAGRAMA), el pasado año se produjeron en España 9.754 incendios forestales. Esta cifra resulta ser la más baja de la última década, algo que no debe hacernos bajar la guardia ante las imprudencias y mucho menos durante la época del año en la que se concentran la mayor parte de los incendios; el verano.
Para hacernos una idea de la magnitud y de la repercusión que tienen los incendios en nuestro entorno, podemos decir que en 2012 ardió una extensión equivalente a la provincia de Vizcaya. La gravedad y lo alarmante de la situación recaen en que dichos incendios que destruyen la masa forestal y que repercuten en el medio ambiente y en la población, en multitud de casos, podrían haberse evitado.
¿Qué es un incendio forestal?
Según el MAGRAMA el incendio forestal es “el fuego que se extiende sin control sobre los combustibles forestales situados en el monte”. Una definición escueta que necesitamos completar, ya que los expertos distinguen entre tres tipos de incendios forestales: los fuegos de suelo (aquellos que afectan a la capa de humus del suelo de bosque), los fuegos de superficie (los que afectan al sotobosque y los residuos superficiales) y los de corona (aquellos en los que el fuego afecta y se propaga principalmente por las copas de árboles y arbustos).
Pero además, hemos de realizar otra distinción: en un primer lugar tenemos los incendios provocados por causas naturales; como son los rayos de las tormentas eléctricas típicas del verano, y en segundo lugar los que tienen su origen en la acción del hombre. Dentro de este último grupo, existen los incendios provocados de manera intencionada y aquellos que se originan como consecuencia de negligencias.
Hemos de ser conscientes de la importancia del clima mediterráneo y de las altas temperaturas que vivimos en gran parte de nuestro territorio (en la estación de verano), ya que la sequedad del ambiente y del suelo son el paisaje perfecto para los incendios.
Si a ello le sumamos las imprudencias y la desobediencia de los consejos y prohibiciones, las cifras de incendios son mayores de las que podrían haber sido. Recientemente conocíamos el dato de la región de Aragón: el 78% de los incendios tenían como causa el ser humano.
¿Se pueden evitar los incendios?
Tal y como explicábamos, aquellos que son provocados por causas naturales no se pueden prevenir pero sí se pueden crear medidas para que sus efectos sean lo menos dañinos posibles como son los cortafuegos y el mantenimiento preventivo del monte, y la rápida intervención del operativo próximo de extinción.
Existen iniciativas desde diferentes organismos para tratar de disuadir a la población de conductas que puedan originar un incendio: desde la Dirección General de Tráfico se castiga la acción de tirar colillas desde los vehículos, por otra parte, se prohíbe la quema de rastrojos y el uso del fuego para barbacoas así como también se conciencia a la población de la peligrosidad de abandonar residuos o basura en entornos naturales, como por ejemplo vidrio.
Pero además, existen iniciativas muy positivas y que provienen del mundo rural ganadero para el cuidado del monte y la prevención de los incendios como es la utilización de cabras, ovejas o caballos para la eliminación de biomasa acumulada en el sotomonte, lo cual se traduce en que estos animales coman todos los rastrojos eliminando así “combustible natural” y creando una zona segura o un cortafuegos natural.
El informe presentado por WWF este año llamado “Bosques listos para arder” reporta datos, testimonios y experiencias que hablan de la importancia de la prevención y de la relevancia del uso del monte: “Sólo será posible evitar el impacto de los incendios más devastadores si las administraciones apuestan por la recuperación del uso de los montes. El abandono actual ha dejado a nuestros bosques listos para arder”.
Para hablar de prevención y trabajo con incendios contamos con los testimonios de tres agentes forestales de España especializados en la materia. La labor de prevención que realizan resulta vital en múltiples ocasiones, a través de la vigilancia activa y el seguimiento que realizanel cual hace que se reduzcan los riesgos y se puedan minimizar los daños, tal y como ocurre con los rayos, los cuales pueden provocar la ignición hasta tres días después.
En Galicia, concretamente en Ourense, nos encontramos con Carlos Sanmiguel. Ocasionalmente está en la oficina cumpliendo con su labor policial, atendiendo los aspectos administrativos (aquellos como denuncias, inspecciones, certificaciones), pero el tiempo dedicado al llamado “trabajo de campo” es considerablemente mayor. ¿En qué consiste esta labor? “Labor estrictamente policial además de supervisar y dirigir la realización de obras, en esta época cortafuegos o mantener en buen estado los que ya existen con la ayuda de Bulldozers que arrancan y limpian de combustible el suelo”. Y además, al ser responsable de zona: “por mí pasan todas las comunicaciones y tengo la responsabilidad de transmitir instrucciones a las brigadas forestales”, algo que no sorprende teniendo en cuenta los teléfonos, la emisora aérea y la emisora del vehículo que le acompañan. Sí que extraña que carezca de prismáticos y de cámara de fotos como tienen agentes de otras regiones del territorio nacional.
Acerca de los incendios, nos alerta sobre la ausencia de personal que investigue en algunos distritos. Apunta a que en algunas zonas hay solamente una persona. “La investigación está prácticamente desmantelada a pesar de lo que diga el Pladiga y la Xunta”.
Detrás de un gran porcentaje de incendios está la mano del hombre, una realidad reportada por diferentes informes de organizaciones como la ya citada WWF o el propio MAGRAMA, a lo que el forestal gallego añade: “hay negligencias pero hay mucha intencionalidad. Al monte se le mete fuego”, haciendo también referencia al tan debatido “uso tradicional del fuego”. Además, el despoblamiento rural provoca que “lo que estaba cuidado se convierta en abundancia de matorral”, es decir, en combustible para un posible incendio.
Ante la pregunta sobre las iniciativas de utilización de ganado en extensivo para eliminación de biomasa, responde que “sí, es una actividad muy eficaz, pero en múltiples ocasiones se mantenía con dinero proveniente de subvenciones de la Unión Europea y al acabarse el dinero, se deja la iniciativa”.
De Orense viajamos ahora a Madrid para hablar con Ángel Fernández, jefe de comarca en la zona oeste de Madrid que coordina la investigación de incendios. Durante el invierno es más fácil encontrarle realizando trabajos de oficina (control de investigaciones, estadísticas, informes…), mientras que en verano, en la temporada alta de incendios, además de continuar con las tareas propias de la oficina, hay más trabajo de campo: “Todos los agentes tienen que investigar”. Claro, pero, necesitarán formación: “Con otros compañeros coordinamos un curso, hacemos rondas por las comarcas con jornadas sobre novedades, cambios y mejoras en la investigación”.
Ángel explica que en la investigación de incendios utilizan la metodología Richard, la cual se importó en los años ochenta a través de Portugal. Consiste, de manera resumida, en analizar las evidencias, estudiar la geometría del incendio, localizar el área de inicio y analizar los indicadores de actividad. Se plantea una hipótesis y hay que validarla con la ayuda de testimonios, fotografías, grabaciones de vídeo, entre otras pruebas. Se trata de un método muy completo que entra en conflicto con las dificultades con las que conviven: “falta de personal, falta de acceso a cierta información y falta de coordinación suficiente con otros cuerpos de seguridad”. Ante el reconocimiento de la población hacia la profesión, Ángel se lamenta de que “no nos conocen lo suficiente pero el que nos conoce nos valora, somos el CSI del monte, pero nos falta el reconocimiento general”.
Una idea que quiere destacar es que “el objetivo de la investigación, a diferencia de la Guardia Civil, no sólo sirve para multar sino también para las tareas de prevención”. Además, el forestal asentado en Madrid nos habla de “la paradoja del fuego”, ya que se trata de un elemento que forma parte de la naturaleza, y que: “cuanto más efectivo eres en tu profesión, se genera más combustible”. Coincide con las palabras de Sanmiguel sobre el abandono del medio rural que provoca la acumulación de leña.
Por último, hablamos con Ramón Regal, jefe de Helitransportadas en Aragón. Dirige dos brigadas de helitransportada, una con un helicóptero pequeño en el que se puede transportar a cinco personas y uno mediano en el que caben hasta nueve. Durante ocho o diez días al mes hace guardias. En temporada de bajo riesgo de incendios realizan podas, arreglan caminos…pero en temporada de riesgo suelen pasar más tiempo en las bases donde está el helicóptero. Os avisan de un incendio, ¿qué sucede a partir de ese instante? “Se despega y se va al lugar, si llegamos los primeros lo dirijo yo, si ya hay alguien nos incorporamos al equipo que esté trabajando”. En el momento de la entrevista Ramón se encuentra realizando un control de plantas exóticas en pleno río Ebro. ¿Qué es lo que más te gusta de tu trabajo? “Es tan variado que no sabría decirte. Hoy por ejemplo estaba en el Ebro buscando plantas exóticas y me lo he pasado muy bien. Es todo tan distinto; vigilar la pesca o salir con el helicóptero. Te cansas pero es ameno. Es divertido pero también lo pasas mal” y explica la aparente contradicción: “estar en el Ebro o con el helicóptero ahora no es lo mismo que estar navegando con niebla en pleno invierno, pero aun así me lo paso muy bien”.
En cuanto al trabajo con el fuego ¿cuentan con un buen equipo? La respuesta de Ramón es bastante clara: “sí, si el equipo de fuego no está en condiciones, no se trabaja. Para eso hay fondos. Nadie se juega el tipo. Eso sí, fuera de los incendios, de lo mediático, trabajamos con coches que tienen 20 años que hay que reparar constantemente. Con los recortes podemos hacer 1.500 kilómetros al mes por vehículo, además de tener que ir a repostar lejos por problemas con el suministro de gasolina”.
Ante una persona que demuestra una vocación tan marcada y tan representativa de este colectivo, cualquiera le preguntaría cómo cree que le va a afectar la reforma de la ley de montes en su día a día: “Te contesto como Ramón: mientras me encuentre con algo penal haré un atestado, lo llamaré informe, como puede hacer cualquier ciudadano. Si un ciudadano puede ponerse en contacto con los jueces y fiscales, ¿por qué yo no?, seguiré realizando mi labor policial por mucho que diga la nueva ley”.
Y las palabras de Ramón reflejan parte del sentir del colectivo. La chispa que ha provocado la protesta de los agentes y de muchos ciudadanos que les apoyan ha sido la modificación de la ley de montes según la cual se podrán recalificar terrenos quemados por el bien público, por lo que la propia ley podría ser denominada la llama de la extinción. Por ello, el sentimiento de muchos basado en el rechazo a dicha modificación ha hecho que el hashtag #StopLeyMontesPP se haya convertido en un componente de unión para un colectivo demasiado heterogéneo. Los agentes han alzado la voz para que se les escuche y han conseguido un gran apoyo de los ciudadanos, siendo estos conscientes de la relevancia que tiene su trabajo y el peligro que conllevaría la nueva ley para el medioambiente.
Parte de este apoyo y del reconocimiento hacia la labor que realizan se ha visto reflejado a través de las muestras de afecto recibidas a través de las redes sociales por el fallecimiento en acto de servicio de Enrique Casanova Sánchez. Este Agente Forestal de 57 años de edad, se encontraba participando en la extinción de un incendio forestal en Vilamaior (Guntín), en las proximidades de Lugo.