Fuente: Interviú
Palizas, amenazas e insultos de ganaderos, cazadores y motoristas a los vigilantes del monte
Intentos de atropello, cabezas de lobo en sus coches de vigilancia a modo de amenaza, pintadas en sus casas y ruedas pinchadas, son “el pan de cada día” de los guardas forestales. La Asociación Española de Agentes Forestales y Medioambientales denuncia más de 20 agresiones al año. Aunque la ley les considera agentes de la autoridad, se quejan de que no tienen medios y piden que las administraciones locales les permitan llevar armas para defenderse.
Quizás si J. A., Agente Forestal con 36 años de patrullas en los montes del norte de Burgos, hubiera tenido medios para defenderse, se habría ahorrado las amenazas y agresiones que ya le son familiares. De hecho, no se inmutó demasiado cuando, a finales del año pasado, su nombre –que para su seguridad no se publica– apareció en pintadas hechas en muros de cuatro localidades por las que pasa a diario. “Guarda forestal, hijo de puta. Vamos a por ti”, decía una. “Te vamos a quemar vivo”, avisaba otra. Tuvo que ser él, por sus propios medios, quien las borrara.
Pero, pese a lo grave de las amenazas, J. A. dice que este no es el peor episodio que ha vivido. “Un coche estaba en una zona prohibida. Me puse delante para apuntar su matrícula y, después de dos intentos de arrancar, avanzó contra mí y me golpeó las rodillas”, relata.
Sergio Vidal, agente forestal de la comarca del río Besaya (Cantabria), también sufrió un atropello. No se le olvida aquel domingo de mayo del año pasado en el que tuvo un incidente con un motero. “Me llamaron porque un lobo había atacado a una ternera. De camino, me encontré con dos motoristas”. La ruta por la que circulaban está calificada como bien histórico, así que este forestal, con 14 años de experiencia, les dio el alto. “Estaban en una zona complicada y no podían huir. Me acerqué para pedirle su identificación y uno de ellos empezó a gritarme”. Sergio no estaba dispuesto a que el motorista se saliera con la suya y agarró el manillar de la moto mientras pedía ayuda para que le enviaran refuerzos. “Aprovechó que solté la moto para darme un empujón”. Sergio volvió a agarrar el manillar y, ya sin soltar, comenzó a grabar lo que ocurría con la cámara que suelen llevar los forestales. “El motorista me la quitó y la tiró lejos”, recuerda. Después comenzaron los “puñetazos en las manos para que soltara su moto. Al final me atropelló y caímos los dos al suelo”. Acabó denunciando al hombre por atentado a la autoridad, daños al medio ambiente y por negarse a ser identificado. Su caso está siendo investigado.
Los Agentes Forestales y medioambientales de España coinciden en que las amenazas, insultos y agresiones son su “pan de cada día”. Por eso, la Asociación Española de Agentes Forestales y Medioambientales (AEAFMA) ha denunciado la situación. Tal es la preocupación del colectivo, que se han dirigido en cinco ocasiones al Ministerio del Interior para pedir protección. Y no se la dan. “Tenemos capacidad legal para hacer detenciones. Según la leysomos agentes de la autoridad, pero no tenemos armas para defendernos”, se queja Rubén Cabrero, presidente de esta agrupación.
Sin armas
Al comenzar el otoño, los guardas forestales velan para que la caza y la pesca se haga en condiciones y no dañando el medio ambiente. En verano trabajan en la prevención de incendios y, cuando ocurren, dirigen la extinción y participan también en la investigación posterior. Pero llevan a cabo estas misiones de policía del monte sin más herramientas de defensa que su teléfono móvil, una cámara para tomar fotos y vídeos, un bolígrafo y una libreta de denuncias. Rubén Cabrero sostiene que el repunte de agresiones “coincide con la retirada de armamento en la mayoría de comunidades. La Administración entiende que no son necesarias”.