Fuente: APAMCYL
Tras un completo y duro día de trabajo, con un incendio en el que ante la posibilidad de imputar la autoría a una persona, nuestro compañero inicia una investigación siguiendo el Método de las Evidencias Físicas, consiguiendo dar con el punto de inicio, la causa y el causante, y realizar un censo de tórtolas, en torno a las 22:00 de la noche el protagonista de esta historia recibe una llamada de un particular, conocido, por la que le avisa de un incendio forestal fuera de las Comarcas que este Agente Medioambiental tiene asignadas para cubrir durante su guardia de incendios, pero cercano a dicha demarcación. El Agente pide medios a la Central Provincial de Mando, y se pone en marcha hacia el lugar. Una vez allí, y dada la poca extensión y escasa dificultad del incendio, se controla enseguida, y, mientras se queda otro compañero con un camión de Bomberos rematando la liquidación, el resto de medios se retira. Una cuadrilla le pide a nuestro protagonista que se lleve a uno de los operarios de camino a casa, evitando con ello 40 Kms de desplazamiento al resto, accediendo de buen grado a ello.
El operario de la cuadrilla le indica al Agente Medioambiental que tiene su vehículo particular estacionado en el parking trasero de un surtidor, en donde, gracias a sus indicaciones, llegan a las 23:00 horas. Antes de detener el vehículo oficial, y mientras el operario se gira para recoger su mochila, a pesar de la oscuridad de la noche, nuestro Agente observa cómo montan dos personas en un vehículo, dejando a otra tumbada en el suelo; el vehículo se da a la fuga, y, mientras tanto, el Agente se apea rápidamente del Land Rover para ver qué ha ocurrido, encontrándose a un hombre de unos 55 años tumbado en un charco de sangre, con la ropa hecha jirones. En primer lugar comprueba que aún no ha perdido el conocimiento, le pregunta qué le ha pasado, y éste responde que le han dado una paliza; ante la pregunta de si los agresores son los ocupantes del vehículo que se va en esos momentos, la respuesta es afirmativa. Para no perder tiempo, el Agente pide al CPM asistencia sanitaria y una patrulla de la GC, impidiendo a la víctima que se incorpore.
Los sanitarios se ponen en contacto telefónico con el Agente para que informe del estado del agredido; después de terminar con ello, les indica que la víctima se quiere incorporar pero no le deja, a lo que los sanitarios le dicen que está muy bien, que no le deje levantarse.
Tras esta primera intervención, el Agente observa cómo sale por la puerta lateral la empleada que acababa de cerrar la estación de servicio: ésta manifiesta no haberse enterado de nada de lo ocurrido.
A la llegada de la GC, éstos quieren mover a la víctima para buscar su documentación, negándose a ello nuestro avezado compañero, al menos hasta la llegada de los sanitarios, pero les indica el tipo de vehículo en el que han huido los presuntos agresores, por dónde ha salido, y que no ha podido recabar la matrícula, porque su mayor prioridad era la víctima. En todo caso, sí que ha observado la presencia de cámaras de vigilancia en el lugar, extremo que hace llegar a los Agentes de la Benemérita. Una vez atendida la víctima de la manera adecuada podrán ver las cintas de grabación e identificar a los huidos (nuestro compañero, mientras atendía a la víctima, interpeló a la empleada, recabando toda la información pertinente al respecto).
Versión contada por la víctima:
Cuando se estaba bajando la persiana del establecimiento, llega un coche, se bajan dos personas, y una comienza a dar voces llamando “hija de puta” a la empleada. En ese momento la víctima les pide que no se pongan así, que no es necesario, porque ya está cerrado. Es entonces cuando la emprenden a golpes con él. Justo cuando sacan la navaja aparece el Land Rover del Agente Medioambiental y los agresores deciden huir.
La empleada de la gasolinera no paraba de decir: “¡Qué miedo!, ¡qué miedo! Y si no llega usted en ese momento, y le matan, ¿hubieran ido a por mí también?”
En el comienzo de este relato se ve el cúmulo de circunstancias que hicieron estar este Agente en el momento de la agresión en ese mismo lugar, justo en el momento en el que los agresores iban a “rematar la faena”. Desde la puerta lateral por la que sale la operaria, ésta no hubiera visto a la víctima y se hubiera ido a su casa: A este hombre, no le había llegado su hora. Las coincidencias no existen, el destino sí.
Las situaciones a las que, en ocasiones, se enfrentan los Agentes Medioambientales en el desempeño de las funciones encomendadas, sin la menor medida de seguridad (trabajo en parejas, prioritarios V1, adecuada formación, dotación de medios de seguridad activos y pasivos, y protocolos de actuación serios,entre otras), a pesar de haber sido esta vez una agresión a un tercero, no esconde la cruda realidad, que no es si no un abandono absoluto por parte de su Administración. Una vez más, y esta vez debido a un cúmulo de casualidades, el buen hacer, la profesionalidad, y, por encima de todo eso, el civismo de un Agente Medioambiental, deja en entredicho los precarios medios de que disponen.